La noche de Gwangju se iluminó con el fantástico colorido de la ceremonia que declaró oficialmente abierta la XXVIII Universiada. En el Estadio mundialista de Gwangju, repleto a rebosar, más de 50.000 personas disfrutaron un hermoso espectáculo pleno de simbolismos.
La Organización dispuso de cientos de autobuses y una apropiada sincronización para el traslado de los miles de atletas hacia el Estadio. Ello motivó un movimiento previo de unas dos horas en que los diferentes países se fueron agrupando en un gran predio junto al estadio para desfilar en orden alfabético. Nuestra delegación, con un espíritu desbordante de alegría y entusiasmo comenzó la fiesta allí mismo. Un equipo de audio manejado por alguien que es mucho mejor Capitán que DJ… es una broma Fabián… una coreografía liderada por Pablo Sasiaín con un movimiento de cintura que envidiaría Messi… una buena onda fantástica de todos los futboleros y la integración, quizás dos segundos y medio después, de las chicas de handball y natación, improvisaron una movida de canto y baile que fue seguida por las delegaciones que nos rodeaban en una “previa” sumamente divertida. De hecho, mientras algunas delegaciones permanecían sentadas en el pasto, aparecieron numerosas cámaras , dos de ellas profesionales, para filmar y acompañar esa entretenida espera.
Cuando llegó el momento de Uruguay para entrar al estadio y desfilar, ya previamente lo habían hecho 140 delegaciones. La anterior a nosotros fue Estados Unidos (USA) que estaba compuesta por varios cientos de atletas. Causando nervios a algunos organizadores, nuestra delegación se separó ligeramente de la norteamericana, desplegó una pancarta que fue portada por los jugadores más jóvenes, donde junto a las banderas de Corea y Uruguay, se leía en lengua coreana “Gracias Gwangju, Uruguay te ama” y entró a la cancha. Presidida por el abanderado Fabián Guerrero, portando nuestro Pabellón, nuestra delegación iba recibiendo una ovación desde las repletas tribunas que respondían obviamente al simpático y bien ganado mensaje, pues realmente los coreanos nos vienen tratando de manera particularmente cálida y servicial. Por cierto que en un par de oportunidades, el protocolo se suspendía para dar paso a esa coreografía inventada, que recogía más y más aplausos y gritos. Ciertamente el pasaje de Uruguay no pasó desapercibido y luego recogeríamos muchas palabras de elogio.
Ubicadas las delegaciones de los 146 países presentes en los sitios asignados comenzó la parte artística de la ceremonia. Gwangju en lenguaje coreano significa “ciudad llena de luz” y así fue el evento. Con un despliegue de cientos de bailarines con vestimentas típicas, que alternaron danzas y hermosas canciones, efectos de luces y sonidos, solistas roqueros y de música clásica, junto a una orquesta completa dieron un marco excepcional al evento. Una infraestructura montada en el campo de juego con torres que se elevaban, jóvenes que se movían colgadas en el aire, efectos con llamas cuyo calor llegaba a las tribunas, fueron pautando una vibrante y por momentos emotiva ceremonia.
Luego llegó el momento de los discursos, acertadamente breves pero con contenido, donde destacó la presencia de la Presidente de Corea, la Sra. Park Geun-hye. Así se resaltó la importancia del deporte universitario para promover la armonía y la paz en la juventud y se señaló la importancia de estos juegos que desde hace años se han convertido en la segunda competencia deportiva más grande del mundo, superados solo por los Juegos Olimpicos. Se esperan para esta Universiada más de 13.000 aqtletas.
La llegada de la antorcha y el encendido de la llama olímpica en medio de un despliegue tecnológico y visual fantástico, cerraron junto a fuegos artificiales una noche con magia.
Nuestros jóvenes disfrutaron hondamente la ceremonia. La alegría previa dio paso a espíritus encendidos y ojos grandes que buscaban abarcar y atesorar imágenes y momentos que resultarán inolvidables. Quizás la forma más gráfica de terminar estas líneas es mencionando que mientras las más de 50.000 personas fueron abandonando el estadio, un pequeño grupo de uruguayos quedó en la cancha como resistiéndose a que la noche terminara. Con una sensación de recogimiento y seguidos de cerca por la vista del entrenador, unos pensando con melancolía en que ésta será su última Universiada, otros impactados y sorprendidos por lo que acababan de presenciar, todos con el pensamiento íntimo de haber vivido una instancia que recordarán por siempre.