Felipe Fernández, uno de los goleros de la selección uruguaya de fútbol universitario que se prepara para las Universíadas de Kazán, contó cómo vivió la experiencia de jugar en el Estadio Centenario.
Es que la celeste universitaria enfrentó a su similar de la Segunda “B” Amateur en el Centenario y ese partido fue nada menos que el preliminar del clásico del fútbol uruguayo que disputaron Nacional y Peñarol.
“En cuanto se confirmó, las imágenes se empezaron a suceder. Un estadio al cual fuiste miles de veces, que conoces la cancha de memoria (desde la tribuna). La oportunidad era lindísima, cambiar la perspectiva, conocer el Centenario desde adentro y como jugador, por una vez ser vos el que miraba la tribuna, y por 90 minutos pisar la cancha que tantas veces viste desde lejos”, contó el arquero celeste.
En cuanto a cómo fueron los días previos a ese partido que significaba más que un amistoso para los jugadores de la selección, Fernández dijo que “el tema estuvo entreverado desde el comienzo y no se confirmó hasta el jueves anterior. Por si fueran pocas complicaciones luego amenazó el tiempo, íbamos a jugar en el Centenario y ¡el viernes no paraba de llover! No hubo mucho tiempo para entusiasmarse, porque esos tres días previos fueron de mucha planificación del partido. Y si algo teníamos claro es que si bien íbamos a disfrutar, también íbamos a jugar y el entorno no podía sobrepasarnos”.
Los dirigidos por Gustavo Irsael jugaron ese partido con Felipe Fernández, Gastón Suárez, Fabián Guerrero, Matías Finocchietti, Fabián Aicardi; Federico Púa, Joaquín Papa, Gustavo Inciarte, Federico Lambach; Nicolás Pisotto, Pablo Carlevaro.
Felipe, que va por su cuarta Universíada, contó cómo fue pisar la cancha del estadio más importante que tiene el fútbol uruguayo. “En las Universíadas que me tocó participar ya hemos jugado en grandes estadios, pero generalmente vacíos y ni miras cuentan con la historia que tiene el Centenario. El partido comenzó tranquilo porque todavía faltaban muchas horas para el comienzo del clásico, pero a medida que avanzaba el encuentro las tribunas se empezaban a llenar y ya era imposible escucharse en la cancha. Ya sobre el final del preliminar el duelo de hinchadas estaba instalado y cada vez que cantaban temblaba todo. Como enseñanza: la mitad de la cancha está mucho más lejos de lo que parece”, añadió.
El equipo celeste se viene preparando con cuatro días de entrenamiento por semana y la idea del cuerpo técnico se va plasmando a medida que van pasando los días y por supuesto, con cada partido amistoso.
Para la gran mayoría del plantel, era la primera oportunidad que se les presentaba para jugar en el Centenario. “Nervios no hubo por una sencilla razón: confiaba plenamente en lo que podían hacer mis compañeros y eso para un golero es fundamental. Cuando el partido me lo permitía hacía el ejercicio de levantar la mirada y mirar la tribuna que tenía en frente, la Ámsterdam durante todo el segundo tiempo y enseguida tenía que volver a bajar la cabeza porque la imagen era divina. Se disfruto montones, por el entorno, pero principalmente por haber compartido esta experiencia con lo que pinta para un muy buen grupo y con algunos muy buenos amigos dentro del mismo”, expresó el jugador de Malvín 59.
Con respecto a cómo vio el partido futbolísticamente hablando, el guardameta celeste agregó que “para nosotros fue el primer partido con un equipo fuera de la Liga Universitaria y son de los que más sirven porque se parecen al nivel que podemos encontrarnos en una Universíada. La mayoría del equipo titular nos conocíamos de antes, lo que hizo más fácil aplicar el planteamiento pedido por Gustavo Israel. El primer tiempo fuimos amplios dominadores, presionando arriba y tratando de jugar en cancha de ellos: Los dos puntas nuestros, Pirotto y Carlevaro enloquecieron a la defensa rival. El resultado 1 a 0 se quedó corto, nos anularon dos goles, pero más allá de eso era para irse varios goles arriba. En el segundo tiempo la historia fue otra, ellos se vinieron arriba, empezamos a cometer muchas faltas, pero el equipo se mostraba muy firme en las pelotas aéreas en contra. Igualmente volvimos a tener por lo menos 3 o 4 chances de gol. El segundo tiempo se pareció mucho a un partido de Universíada, con menor ritmo, pero similar en cuanto al juego”.
Fiel a su estilo, Felipe concluyó diciendo que “otras de las enseñanzas que dejó esta experiencia es averiguar por qué alguna gente va tan temprano. Cuando salí a hacer la entrada en calor a la cancha no había más de 20 personas en cada cabecera (consideremos que aún faltaban 3 horas para el clásico). En un momento uno de un lado le grita a la hinchada contraria y al haber tan poca gente se escuchaba perfectamente, lo que generó durante varios minutos un ida y vuelta de las dos cabeceras digno de una competencia de debates, pero con argumentos como: Ámsterdam: “Yo tengo cinco libertadores”. Colombes: “Sí, pero no tenés cancha”, Ámsterdam: “Y vos no te animás a llevarme a la tuya”. Colombes: “Mirá que vos solo tenés butacas pero estadio no”. Y así al ‘infinitum’ mientras empiezan a meterse en la conversación madres, hermanas, tías, orientaciones sexuales y todo el combo”.